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Conociendo Querétaro a través del vino.

Experimentamos una cata que nos deslumbró con los aromas y sabores de los vinos mexicanos, de la mano de sus quesos regionales.

Por: Karla Salinas Valadez

No me canso de enaltecer el talento mexicano en el mundo de los vinos, en el desarrollo y creación de dichas bebidas que en cada concurso han dejado el nombre de México en alto, un área que además ha tomado fuerza en el ámbito turístico, y que poco a poco se ha posicionado como una experiencia que no debe faltar.

Premisa que nos permitió conocer las Haciendas y Viñedos del Marqués a través de una cata, acercándonos a redescubrir el vino mediante el gusto, el olfato, el tacto y la vista de sus tierras queretanas.

Degustación del terruño queretano

En el corazón de la ruta del queso y el vino, se encuentran diversas haciendas que se han caracterizado por ser auténticas haciendas restauradas, para otorgar todas las comodidades a sus huéspedes.

Conocimos tres etiquetas diferentes premiadas, de la mano de tres quesos de la zona elaborados a base de queso de oveja (crotan, pirámide y semi-maduro) que por su alto contenido graso permiten una maduración más prolongada, degustación guiada por su sommelier Arturo Chávez.

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Iniciando con un vino blanco de Puerta del Lobo, de cepa verdejo del año 2020, a la vista sobresalen colores pajizo y un gran brillo, por otro lado en boca, es un fermento seco pero en lengua se siente un ligero cosquilleo por la mineralidad que la tierra le ha otorgado. Tras oxigenar en boca, su intensidad se eleva y adquiere una sensación cremosa.

Posteriormente continuamos con un Nebbiolo y Syrah, de etiqueta Danza de la Marquesa, vino rosado de tonos salmón, con sensación ácida en boca y un ligero amargor causado por su proceso de prensa, que en retrogusto percibimos un ligero sabor a sandía. En compañía de los quesos pirámide y semi-maduro se logró una sintonía que te invitaba a seguir degustando, mientras que el queso crotan opacaba los matices del vino.

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Terminando con el tinto crianza de Malbec de Hacienda Atongo, contando con una medalla de oro de Bruselas, añada 2018,  que con sus 18 meses en barrica se logra apreciar aromas a pimienta y ligeramente a grosella, junto a los sabores a comino fresco y taninos suaves que no pasa de la lengua.

Una vivencia que ya podremos vivir con el apoyo de Viajes de Gala, una alianza que busca fomentar el sector vitivinícola del Querétaro, experiencias que permiten acercarse y conocer el proceso de elaboración desde cero.